viernes, 23 de noviembre de 2012

EXTREMEÑO ESTRELLADO



Ayer se fallaron los premios Michelín para la península Ibérica, Quique Dacosta, cocinero nacido en 1972 en Jarandilla de la Vera, Cáceres, ha entrado en el olimpo de la restauración mundial, ha obtenido el máximo galardón: las míticas tres estrellas Michelín.
Actualmente en España sólo hay siete restaurantes catalogados con la máxima distinción de tres estrellas.
Atrio sigue, un año más, entre los mejores y conserva sus dos estrellas.
Quique Dacosta a los 14 años viajó a Denia para encontrarse con su madre, donde reside  y desarrolla su arte en los fogones, en el Quique Dacosta Restaurante fundado en 1981.
En  Madrid Fusion se hacen eco del sobrenombre que se le adjudica desde las publicaciones Francesas a Quique Dacosta: “Si en Francia le han llamado el brujo, por algo será. Cocinero cerebral y sensible que ha conseguido trazar su propia evolución hacia la cima de la cocina española, basándose en una interpretación personal de los conceptos que marcan la inspiración culinaria. Sus platos emocionan y sorprenden. Su figura no hace sino acrecentarse día tras día. Un "crack" que sigue en ascenso”
Quique Dacosta, ver su blog, donde reproduce la siguiente entrevista en el Magazine:

Se crió con dos madres. La que lo parió con sólo 14 años –un amor furtivo que despertó en el patio del colegio. El padre tenía 15 años– y la abuela, con quien se fue a vivir porque a la otra le faltaban manos para atenderlo a él y al llorón del hermano pequeño, que llegó poco después-

Recuerda Dacosta que estuvo bien crecer en ese universo femenino. La abuela, la madre, las dos tías. Y que la figura de su abuelo, que a él lo adoraba aunque le exigía mucho, fue también crucial. Cuenta que su madre tuvo la valentía de dejar Jarandilla de la Vera, el pueblo extremeño donde nacieron, y empezar una nueva vida. “Primero se fue a trabajar a Madrid y luego a Dénia”. Hasta allí se marchó Quique Dacosta con 14 añitos, la misma edad en que su madre lo tuvo a él.

Dejó atrás el mundo de los abuelos, un montón de recuerdos –siempre en torno a una mesa, ya fuera rajando aceitunas, cosiendo pimientos o desmenuzando el pan para preparar las migas–. “Mi madre empezó a ejercer más de madre cuando me fui con ella a Dénia. Intentó por todos los medios que olvidara la idea de hacerme cocinero, porque ella trabajaba en el mundo de la hostelería y sabía lo duro que era. Pero no hubo manera. Y es que esa vocación, como la de los futbolistas o los toreros, asoma muy temprano”.

Todas las mujeres que yo he conocido han sido fuertes. Y también en el aspecto físico. Que no me hablen a mí de que las mujeres no tienen fuerza.  En el establecimiento que Quique Dacosta  acaba de abrir en Valencia mandan las mujeres, y no conozco otro equipo tan eficiente; es el único modelo de equipo que exportaría adonde fuera”. 

Cree haber aprendido del mundo femenino la prudencia, la sensibilidad, la capacidad reflexiva y analítica. “Tal vez es que yo he sido muy impulsivo”. 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

MENTIRAS VERDADERAS


Rafael Sánchez Ferlosio, Roma 1927, estudió el bachillerato en Villafranca de los Barros, lo hizo interno en un colegio de los jesuitas. 

Hijo de Rafael Sánchez Maza, fue en éste en quien se inspiró Javier Cercas para escribir su famosa  novela Soldados de Salamina. 

Su padre heredó una casa en Coria en donde Rafael Sánchez Ferlosio ha pasado grandes temporadas.

Escritor lúcido, brillante, irreductible, premio Cervantes, él se denomina como filósofo de campanario, muy poco viajero, más de pueblo que de ciudad. 

Su primer libro publicado en 1952 Industrias y andanzas de Alfanhuí,  en su dedicatoria lo define  como una historia castellana llena de mentiras verdaderas. Pero es también, en parte, una historia extremeña,  Alfanhuí viene a Extremadura, concretamente a Moraleja dónde vive su abuela.

Del capítulo X titulado: DE CÓMO ALFANHUÍ SE DESPIDÍO DE SU ABUELA Y VOLVIO A CASTILLA, extracto lo siguiente:

"Alfanhuí se calzó las alpargatas de caminante  y partió sus dineros con la abuela:

¡Adiós, abuela Ramona!

Alfanhuí tenía ahora el verano y el camino delante de sus ojos y pasó las montañas hacia el norte, a Castilla otra vez. Los caminos estaban poblados de pájaros y de caminantes. De los primeros segadores que bajaban del norte, a las cebadas tempranas; de carros de bueyes o de mulos, que paraban en los mesones de la carretera con sus cargas de carbón de encina o de alcornoque. ....

Los carboneros eran tímidos y cortos para contestar y, por andar con lo negro y porque nadie le robaba su mercancía,  se sentían menos que ningún hombre. Formaban en los mesones un grupo oscuro en un rincón, o si había otros caminantes, se salían al sereno a fumar y a mirar la luna sobre la carretera. Las mesoneras echaban el vino con desprecio, porque en el verano todos los pobretones andan sueltos por los caminos. Tampoco los segadores eran gran cosa para las mesoneras, aunque venían de más lejos. Toda era gente dura que no pedía más que vino y pagaba lo justo y traía los huesos hechos a no pedir camas ni melindres. Alfanhuí se tropezó a menudo con estos tropeles que venían, a lo mejor, con dos borricos para cuatro. Eran hombres enjutos y pequeños que traían su hoces atadas a las alforjas y sus ropas oscuras y sus camisas blancas y alegres.

Alfanhuí no había visto nada tan libre, ni tan limpio como las camisas blancas de los segadores, con sus cuellos desabrochados como la pobreza, con sus mangas infladas de viento sobre los brazos vellosos, desmedrados. 

¡Aquellas camisas blancas y la mirada triste y sufrida de los que siegan los campos de nadie!

Eran los siervos y los señores del ancho verano."








lunes, 5 de noviembre de 2012

ANDRES TRAPIELLO SABE A DONDE HAY QUE HUIR


ANDRÉS TRAPIELLO nació en Manzaneda de Torío, León, en 1953. Desde 1975 vive en Madrid y desde hace tambien varios años posee en Extremadura, cerca del pueblo cacereño de  Madroñera, una casa de campo, Las Viñas. 

Poeta y escritor de novelas es también  autor de unos libros de diarios, novela en marcha los califica él, denominados genéricamente Salón de pasos  perdidos, que se han venido  publicando, a razón de uno por año. El último publicado en el  2011, Apenas sensitivo, hace el tomo número diecisiete.

Su última novela recién publicada es Ayer no más y su último libro de poesía: Segunda oscuridad.

Cuando se publicó la novena entrega de su Salón de pasos perdidos:  Do fuir, apareció en la solapa el siguiente texto: 

"EL pintor Pancho Ortuño tenía, hace años, una pequeña rehala de beagles y perros de muy variada estirpe venatoria. Cuando quería adiestrarlos se los llevaba al campo y allí, en una dehesa cercana al pueblo extremeño de Monroy, los soltaba durante todo el día, desde el amanecer hasta el crepúsculo. Los perros, por instinto, en cuanto encontraban un rastro, se lanzaban con entusiasta algarabía en pos de él, y no era en absoluto infrecuente que a veces se perdieran de vista durante dos o tres horas en lances que no siempre coronaban con éxito. Su dueño, guiado únicamente por una ladra cada vez más desvanecida, se limitaba entonces a seguir su jauría a distancia, distraído por los amenos y filosóficos panoramas de la naturaleza. Cuando llegaba el momento de recogerse, hacía sonar el cuerno de caza. En la soledad misteriosa de aquellos encinares, tan profundo y melancólico halalí parecía perderse no sólo en la lejanía, sino en el medievo. Acudían disciplinados los sabuesos, se reposaban en el furgón y el cuerno de caza volvía a su bien talabarteada funda de cordobán. Era un cuerno de res en el que Pancho Ortuño, -con extraordinaria minucia, había grabado a fuego una estampa conmovedora. Se veía, en medio de una pradera, a una liebre con las manos levantadas y las orejas tiesas, atenta y advertida, y debajo esta leyenda: 'Do fuir'; dónde huir, palabras con las que manifestaron su desesperación y su congoja los enemigos de Gaston de Foix, el belicoso duque de Nemours, lanzado contra ellos en una codiciosa cuanto insensata persecución tras la batalla de Ravena en la que les acababa de derrotar. La literatura es un extraño viaje, y el que realizó ese epígrafe, desde aquel 11 de abril de 1512 hasta un cuerno de caza de hacia 1980, está lleno de la irrefutable poesía que ha unido para siempre el nombre de un capitán legendario, muerto a la edad de veintitrés años justamente en esa su más sonada victoria, y una liebre que mira el porvenir incierto desde su carpe diem".



Y se puede pensar como Andrés Trapiello, que Monroy no es un mal lugar donde huir, donde apreciar la misteriosa soledad de los encinares y donde distraerse con los amenos y filosóficos panoramas de la naturaleza que lo circundan.

Enlace sobre este mismo tema publicado en el blog monroyegos 

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